La creación de Ymir es un relato fundamental en la mitología nórdica que nos describe con detalles el origen del cosmos y las primeras formas de vida. Según las antiguas fuentes nórdicas, antes de la formación del cielo y la tierra, existía un abismo llamado Ginnungagap. Este abismo vio nacer a Ymir, y estaba situado entre los mundos de Muspelheim, el reino del fuego y el calor, y Niflheim, el reino del hielo y la oscuridad.
Una vez que Ymir surgió, comenzó a multiplicarse, pues de su cuerpo surgieron nuevas formas de vida. Bajo su brazo, nació una pareja de gigantes, y de sus piernas surgió un hijo con seis cabezas. Estas criaturas, descendientes directos de Ymir, dieron origen a la raza de los gigantes, que serían una fuerza primordial en la mitología nórdica. Dicho esto, a lo largo de este artículo vamos a exponer cada uno de los actos que llevaron a la creación del gran Ymir.
Surgimiento en la oscuridad del Ginnungagap
Según las antiguas fuentes nórdicas, Ginnungagap, el abismo primordial, existía antes que el cielo o la tierra, una vasta y vacía oscuridad que precedía a la manifestación del cosmos. En el Ginnungagap, la región norte se llenó de hielo y frío, creando un lugar conocido como Niflheim. En contraste, la región sur estaba impregnada de calor y fuego, y se llamaba Muspelheim, el reino ardiente de chispas y brasas brillantes. Fue en este abismo primordial donde el destino de Ymir, el ser primigenio, tomó forma.
La concepción de Ymir ocurrió cuando el hielo de Niflheim se encontró con el calor abrasador de Muspelheim, creando una fusión de elementos primordiales. De esta fusión surgió Ymir, único en su tipo y naturaleza, como el primer ser de la mitología nórdica. Su nacimiento marcó el comienzo de una nueva era y la creación de una línea de seres que tendrían un impacto significativo en la cosmología nórdica.
Ymir, una vez nacido, se alimentó de los cuatro ríos de leche de la vaca primigenia Audumbla, quien, al igual que él, era un ser primordial. Audumbla, a su vez, se alimentaba lamiendo bloques de hielo salados, y de esta actividad surgieron nuevas formas de vida. Por ejemplo, el cuerpo de un hombre llamado Buri emergió de las piedras lamiadas por Audumbla. Buri, a su vez, fue el padre de Bor, quien se casó con Bestla, la hija de un gigante; estos engendraron a tres hijos: Odín, Vili y Ve, quienes más tarde desempeñarían un papel crucial en la creación y el gobierno del universo.
La traición entre las grandes deidades
Más tarde, los hijos de Bor, Odín, Vili y Ve, se encontraron en un conflicto con Ymir, el gigante primordial y ancestro de todos los gigantes. Este enfrentamiento culminó en un acto de traición, donde los tres dioses unieron sus fuerzas para derrotar a Ymir. Con astucia y habilidad, lograron dar fin a la vida del gigante y, en el proceso, desencadenaron una cascada de eventos que cambiarían el mundo.
Cuando Ymir cayó, su cuerpo gigantesco se desplomó, y de sus heridas brotó una inmensa cantidad de sangre. Esta sangre, tan profusa como la furia de la batalla que la provocó, se convirtió en un torrente que inundó los reinos de los gigantes, ahogando a la mayoría de ellos en un mar de traición y violencia. Solo dos gigantes lograron sobrevivir a la devastadora inundación de la sangre de Ymir: Bergelmir, el nieto de Ymir, hijo de Þrúðgelmir, y su esposa. Juntos, se convirtieron en los progenitores de una nueva raza de gigantes, un linaje que se levantaría de las ruinas del antiguo mundo para reclamar su lugar en la mitología nórdica.
El uso de Ymir en la creación de Midgard
Odín, Vili y Ve, los hijos de Bor, aprovecharon cada parte del cuerpo de Ymir para dar forma a diferentes elementos del cosmos. La carne de Ymir se convirtió en la tierra misma que constituiría Midgard, el mundo habitado por los seres humanos. La sangre del gigante se derramó para formar los vastos mares y lagos que adornan el paisaje de Midgard, mientras que sus huesos se erigieron como las imponentes montañas que se alzan en el horizonte.
Incluso los dientes y fragmentos de huesos se utilizaron para crear las piedras que pavimentarían el suelo de Midgard. De su pelo brotaron los árboles que cubrirían la tierra, mientras que los gusanos que se alimentaban de su carne dieron origen a la raza de los enanos, seres que ocuparían las profundidades de la tierra. Además, el cráneo de Ymir se convirtió en el cielo sobre Midgard, adornado con estrellas y nubes que surgieron de las chispas de Muspelheim, la tierra de fuego.
Los dioses colocaron el cráneo de Ymir sobre el Ginnungagap, el abismo primordial, y lo rodearon con cuatro enanos que representaban los puntos cardinales: Norte, Sur, Este y Oeste. Por último, Odín, con su sabiduría infinita, creó los vientos utilizando a uno de los hijos de Bergelmir, transformado en un águila, y lanzó el cerebro de Ymir al aire para formar las nubes que flotarían en el cielo.