Dentro de la mitología nórdica, específicamente en las tierras de Suecia, entre las sombras de los bosques y los secretos ocultos, existía una figura conocida como la bjära. Estos seres, conocidos por diversos nombres como mjölkhare, trollhare, pukhare, puken, trollkatten, baran, bärarn, eran criaturas peculiares asociadas con las artes místicas de las brujas. Aunque su imagen variaba según la región, su propósito trascendía las fronteras de lo mundano.

La bjära, en su esencia, se manifestaba en diversas formas: liebres en Småland, gatos o pájaros en Dalarna, o incluso ovillos en Norrland. Estas representaciones místicas permitían a las brujas realizar actos de magia, especialmente el robo de leche de las vacas de los vecinos. La bjära, aliada de las brujas, se convertía en el instrumento sigiloso de sus prácticas ocultas. Desde ovillos hasta otros objetos cotidianos, las brujas podrían dotar a estas criaturas de vida a través de ceremonias impregnadas de magia.
Se rumoreaba que algunas bjäras llegaban directamente del diablo; sin embargo, todas estas criaturas tenían una contraparte negativa bastante marcada, pues cualquier daño infligido a la bjära afectaba directamente a la bruja. Además, la magia asociada a las bjäras no solo estaba ligada al robo de leche, pues también se extendía al uso de elementos como la mucosidad del hongo trollsmör, conocida como bjäradynga. Esta sustancia se creía capaz de revelar la presencia de mujeres culpables de fabricar a estas criaturas.
¿Cómo se creaban los Bjära?
La creación de una bjära, según las antiguas creencias suecas, era un proceso envuelto en misterios y rituales oscuros. La primera descripción documentada de este fascinante arte se remonta a un juicio por brujería en Söderala, Hälsingland, el 15 de enero de 1597. Las brujas, se decía, empleaban elementos peculiares, combinando ingredientes que iban desde la mantequilla hasta la sangre de serpientes vivas.

Las descripciones detalladas de la creación de bjäras se encuentran anotadas en Frostviken, Jämtland. Según estas tradiciones, se utilizaba una bola de pelo de gato o de pelo de ternera como base. Durante tres atardeceres de jueves consecutivos, se enrollaban hilos de lana de nueve colores alrededor de la bola. En el tercer atardecer, tres gotas de sangre del dedo meñique de la mano izquierda se vertían en el ovillo.
El ritual culminaba al lanzar la bjära sobre el hombro izquierdo mientras se pronunciaba la siguiente invocación: «Yo te he conseguido sangre, el diablo te dará valor. Debes recorrerte la tierra por mí, yo arderé por ti en el infierno». Una vez creado, la conexión entre la bjära y su dueño era tan íntima que, según las leyendas, cuando una bjära era destruida, su dueño se manifestaba inmediatamente.